Se acercan las campañas electorales locales, y con ello la actividad de un sinnúmero de políticos (y uno que otro líder) que confían en que tienen el carisma, la habilidad y la experiencia suficientes como para gobernar un municipio o promover las necesidades de la ciudadanía para transformarlas en leyes y reformas.
Y también confían en que, para lograr ganar, pueden convencer a esa ciudadanía (cada vez menos participativa en general) de que confíen en ellos.
Sin embargo, y aunque constantemente muchos de esos aspirantes lo tienden a dejar de lado, a los primeros que tienen que convencer y con los primeros que deben mostrar ese carisma, habilidad y experiencia, es con sus seguidores. Es decir, mostrar su liderazgo y que saben trabajar en equipo porque, al final, la política se trata de gente y cualquier aspirante a un puesto de elección popular depende, de inicio, de su propia gente.
¿Cuántos aspirantes a ese tipo de puestos conocemos que de repente aseguran que tienen las cartas necesarias para lograr ganar la elección, pero que lo primero que no saben hacer es trabajar en equipo? Lamentablemente en la política mexicana abundan ese tipo de personas.
Y, aceptémoslo, algunos de ellos sí tienen carisma y la facilidad para que las personas los sigan, pero pocos de ellos logran que esos seguidores permanezcan. Todos pueden (y les gusta) considerarse líderes; pero no se puede ser un verdadero líder sin tener la capacidad no solo de integrar y sino de mantener un equipo.
No se trata solo del líder
Si se quiere avanzar en la cadena jerárquica (y seguir ganando elecciones futuras), ese equipo no puede ser el mismo todo el tiempo. Y no me refiero a la rotación o cambio de miembros del mismo, sino a su desarrollo. Porque, como lo dicta la naturaleza, quien no se adapta (o en este caso, se desarrolla profesionalmente y crece en su capacidad), se queda atrás. Lo mismo le pasa al equipo que sigue y apoya a un líder.
Sin un verdadero líder, la gente (su gente) pierde fácilmente la visión más grande. Un equipo no es una herramienta que solamente le sirve a su líder. Eso le puede funcionar tanto al equipo como al líder, en un principio. Pero definitivamente no durará mucho. Y, a menos que ese líder solamente quiera una carrera política temporal, si el equipo completo no avanza y se desarrolla junto con su líder, esa carrera política durará muy poco tiempo.
John C. Maxwell lo resume en una frase: “Cualquiera que esté acostumbrado a crear y manipular equipos para usarlos solo para su propio beneficio, no es un líder, es un dictador”.
Los equipos ganadores ponen el bien del equipo más arriba que el propio. Y esa disposición no existe por mucho tiempo en un equipo (en la política y en cualquier otro ámbito) cuando el líder no hace lo mismo en el equipo.
Un verdadero líder es aquel que fomenta el desarrollo de su equipo, aquel que crea nuevos líderes. Y es el único tipo de líder que siempre tendrá seguidores. Que siempre tendrá un equipo. Y que siempre (o la mayoría de las veces) podrá seguir representando las necesidades de la comunidad.
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